Reunificación de la familia

DOCUMENTO PARA LA HISTORIA
Tomado del libro El rostro humano de la política
Por Héctor Alonso López

Venezuela jamás podía tener ni la más remota idea de que su experiencia democrática desde 1958 hasta nuestros días pudiera ser seriamente comprometida después de tanto acecho frustrado por derrumbarla. Tantas intentonas golpistas de derecha y de izquierda aplastadas. Una insurrección armada, guerrillas urbanas y rurales, magnicidios contra el Presidente de la República, crisis económicas, partidos divididos, corrupción haciendo metástasis en el tejido social e institucional. Y una pérdida acelerada del nivel de vida de las grandes mayorías nacionales.

A quienes bebimos de la historia buena mucho menos nos podía pasar por la cabeza un supuesto casi absurdo: que lo que había costado tanto se pudiera regalar tan fácil. Quienes entramos adolescentes a la vida política venezolana hicimos de la democracia un bien propio de nuestros antepasados. La recibíamos como la herencia bien habida, que solo requería cuidado y multiplicarla haciendo mejor las cosas para preservarla. Mucha sangre y sufrimientos, destierros, cárcel, exilios, desaparecidos fueron el precio para abrir las puertas del siglo XX pensando a lo lejos en las generaciones venideras.

La democracia no era un invento venezolano, porque era tan viejo, que solo el reto de quienes la asumieran como sistema político sería el esfuerzo por colocarle cimientos nacionales y preservarla; convertirla en una posibilidad eficiente de redención colectiva. El diseño de esa democracia venezolana se hizo poniendo, como lo dijera el maestro Rómulo Gallegos, el oído en el corazón de nuestro pueblo. Toda una hermosa historia de construcción teórico-política diseñó la Venezuela que los hombres de la ARDI (Agrupación Revolucionaria de Izquierda), el ORVE (Movimiento Organización Venezolana), el PDN y Acción Democrática querían como legado para las generaciones del futuro, porque su grandeza estuvo en mirar lejos. Solo los hombres grandes de la historia son esos que miran lejos.

Después de todo lo ocurrido en la Venezuela del anterior decenio, y en virtud de los acontecimientos del mes de abril del 2002 –cuando días previos a lo que sucedió tuve por su cortesía una reunión con Henry Ramos Allup, a quien no veía desde mi expulsión de AD en el año 1996–, conmovido por todos los hechos que sacudían a Venezuela y por la atmósfera oscura que sobre Venezuela se asomaba como la premonición de una tragedia, decidí hacer unas gestiones para ver hasta dónde era posible resucitar a la maltratada y despilfarrada obra de mayor envergadura que los hombres del siglo pasado habían construido para organizar al pueblo y que este fuera propietario legítimo de su destino. Muy lejos de quienes pensaban vivir de los réditos de una historia que solo nos pertenecía por ser hijos de la democracia, pero no para malvivir de ella.

En consecuencia, me esmeré en buscar algún puente, alguien que de buena fe gestionara las posibilidades de reunir, como debe hacerse en momentos aciagos, a quienes nacimos bebiendo el mismo credo político, y que, poniéndonos la mano en el corazón, pensáramos en la Venezuela que venía y que no era otra que la de nuestros hijos y de nuestros nietos.

Algunos amigos me sugirieron que buscáramos al ILDIS (Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales), una institución amiga de partidos como Acción Democrática que mucho habían hecho por nosotros y por partidos similares al nuestro en otras partes del mundo. Así que resolví escribirles una carta fechada en la capital, el 1 de julio del 2003, dirigida al Dr. Rolando Díaz, director adjunto del ILDIS Caracas, y dejar en su mano cualquier gestión posible que permitiera reunir y buscar caminos a todos los adecos de Venezuela, y con espíritu de sincera rectificación, retomar el camino para salvar nuestra ya zarandeada democracia.

―Las circunstancias que hoy vive Venezuela obligan a que las instituciones políticas del país sean fuertes y reúnan en su seno las mejores voluntades posibles para aglutinar el mayor peso del liderazgo nacional. A lo largo del tiempo en que le ha correspondido ejercer la presidencia de la República a Hugo Chávez, se ha observado la dispersión de la oposición democrática venezolana. Dicha atomización ha contribuido a debilitar los esfuerzos que se están haciendo para alcanzar objetivos más claros y contundentes, tanto en el ámbito interno como en el externo, en el marco de nuestra lucha contra el autoritarismo representado en el régimen chavista.

Acción Democrática ha sido el partido de mayor arraigo y fortaleza del pueblo de Venezuela a lo largo de muchos años; producto de ello, logró ser el eje de la conducción mayoritaria del pueblo venezolano, ejerciendo funciones de gobierno por varios períodos constitucionales, y en otras circunstancias líder de la oposición, pero hoy, cuando se requiere mayor unidad, con sentido histórico, para afrontar con éxito la difícil y exigente tarea de enfrentar las pretensiones hegemónicas y totalitarias del gobierno de Hugo Chávez, no solo AD aparece menguada, sino el resto de la oposición está dramáticamente dispersa.

Si bien es cierto que la experiencia de la Coordinadora Democrática ha tenido la virtud de canalizar todas las fuerzas opositoras al actual Gobierno, esfuerzo que no dudo en calificar de loable y alentador, no menos cierto es que la ausencia de una fuerza poderosa del liderazgo más arraigado, de mayor tradición, experiencia y conocimiento de la realidad política del país, produce muchos errores que permiten la consolidación del Gobierno, ante los ojos de quienes no ven una fuerza sustitutiva en la cual se pueda confiar y que merezca credibilidad. De allí que se hace imperativo histórico la necesidad de hacer todos los esfuerzos posibles por lograr reconciliar a todo el liderazgo tradicional y nuevo del mayor partido político que ha conocido la historia política venezolana, como es el caso de Acción Democrática.

En las calles de Venezuela hay una incógnita aún no despejada: la ausencia de una organización en la conducción de los mayores esfuerzos para aglutinar las fuerzas populares y que al mismo tiempo inspire seguridad en quienes buscan un derrotero más creíble y confiable para canalizar su deseo de participación en la resistencia frente al gobierno de Chávez y en la construcción de un futuro mejor.

Precisamente es Acción Democrática el partido que por su historia y tradición reúne las mejores condiciones para cumplir con ese rol. Es el partido de mayor penetración popular y de mayor experiencia en el manejo de los complejos problemas del Estado. Acción Democrática ha sido el partido de mayor presencia en el territorio de Venezuela. Está organizado en todos los confines de la Patria, lo que haría más fácil el papel difusor de la misión tan especial que corresponde hacer hoy frente a un Gobierno de las características del que se vive en nuestro país.

Por supuesto, no es un secreto para nadie que Acción Democrática fue profundamente afectada por sus conflictos internos y víctima martirizada de la campaña inclemente y sin tregua que hicieron los sectores antipartidos en las últimas décadas en Venezuela. Estamos conscientes de sus dificultades y de sus debilidades. Desafortunadamente, no es la misma de otras épocas pasadas y tiene aún fuertes resistencias en muchos sectores de la sociedad venezolana. Pero no menos cierto es que la tradición adeca en Venezuela es real y así lo demuestran las encuestas de opinión que se han venido haciendo en los últimos tiempos. Al comienzo del Gobierno actual, parecía imposible que AD volviera a ocupar un escenario importante, y la realidad nos está indicando que se observa un tímido pero sostenido crecimiento de afirmación de la militancia de AD para ser la organización que potencialmente pudiera tener la mayor capacidad de recuperación, si se logra que su liderazgo comprenda la onda que recorre muchos sectores nacionales, en cuanto a la necesidad de que un partido fuerte pueda llenar el inmenso vacío que produce la desoladora ausencia de un partido mayoritario en la oposición venezolana.

De allí que propongo iniciar de inmediato un trabajo de persuasión y discusión con importantes actores de la vida política del país que fueron o están en la periferia de AD, para hacerles entender las circunstancias que hoy vive Venezuela… Y que, a la luz de su magnitud, comprendan que es necesario que se impongan la sensatez y la grandeza histórica, para devolverle a Venezuela un partido unido y potenciado, con sentido de futuro, que sea garantía de la lucha opositora eficiente y generador de las grandes decisiones que la Patria reclama.

No hay falta, no hay agresión, no hay daño, no existe perjuicio cometido contra ningún dirigente de AD y que lo haya ausentado de las filas de nuestro partido, que pueda compararse con los riesgos que hoy los venezolanos corremos al enfrentarnos al daño, la agresión y el perjuicio que amenazan con conculcar definitivamente las libertades en Venezuela. No hablo de las amenazas para ese liderazgo, sino para todos los habitantes de esta tierra, que con vocación democrática tienen el derecho de seguir creyendo en tantos líderes en los cuales depositaron su confianza, en los cuales tuvieron fe y quienes hoy, en medio de tan delicada situación, no somos capaces de ponernos de acuerdo para evitarles una tragedia como la que está en ciernes.

De allí que propongo que Ud. nos ayude a iniciar un ciclo de conversaciones con importantes líderes de la comunidad política venezolana, para que Acción Democrática pueda ser reconciliada, unida, fortalecida y proyectada con vigor de futuro sobre la población venezolana. Objetivo que además tendría la ventaja de que enfrentaría con mayor fuerza y vigor la lucha contra el gobierno de Chávez. La gente vería, por los impactos de la reconciliación de todos los hombres y mujeres de AD, de nuevo en su partido una posibilidad más eficiente y alentadora en la derrota del régimen que nos gobierna. El mundo vería con muy buenos ojos que gente conocida y con proyección en Venezuela y en el exterior se reagrupara en la organización política de mayor tradición democrática que ha existido en Venezuela, para dar una lucha como la que se debe enfrentar hoy.

Es pertinente preguntarnos si la Coordinadora Democrática tiene en su seno gente de pensamiento socialdemócrata pero representando diversas organizaciones políticas o instituciones. ¿Qué cosas pueden unir más en una diversidad tan extravagante como la que hay en la Coordinadora Democrática que la que pudiera conseguir gente de un mismo pensamiento en un partido como Acción Democrática? Si somos capaces de estar allí y con razón por los motivos que la idearon, qué motivos no habrá entonces para hacerlo donde tenemos nuestros afectos, nuestra propia historia y la gente con la cual hemos andado toda la vida.

Me parece apropiado constituir un pequeño grupo de líderes de distintos países amigos de AD y de los eventuales interlocutores, para iniciar un ciclo de conversaciones que permitan perfilar ese reencuentro de tantos líderes y militantes que desde hace mucho tiempo, por mil razones justas o injustas, dejaron de transitar por el mismo camino del quehacer político en Venezuela. Nada será más importante en la lucha contra Chávez que devolverle a Venezuela el partido que nunca ha debido perder. Y esa será responsabilidad de quienes a su vez tenemos alguna responsabilidad con el pasado y con el futuro de Acción Democrática.

Sugiero que un representante de la Internacional Socialista (llámese Luis Ayala u otro con igual calificación), un representante del Partido Revolucionario Dominicano y otro de Liberación Nacional de Costa Rica se conviertan en los facilitadores de este diálogo histórico y que en breve plazo se pueda iniciar.

Propongo que entre las personas con las cuales hay necesidad de conversar y hacerlas parte de este hermoso proceso estén el secretario general de AD, diputado Henry Ramos Allup; los ex presidentes de Venezuela, Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusinchi; el Dr. Antonio Ledezma; el gobernador del estado Zulia, Manuel Rosales; Claudio Fermín; Carlos Ortega y Manuel Cova.

Al contactar a los facilitadores de este diálogo a nivel internacional, sería ideal que ellos dispusieran de los sitios de reunión, preferiblemente fuera del país cuando la reunión, en el caso que fuera, se llegara a producir en conjunto.

Esta iniciativa la he tomado por la angustia creciente que siento ante la gravedad de los acontecimientos que estamos viviendo en Venezuela y su evidente prospectiva al agravamiento. Además, porque soy un convencido, después de haber militado en Acción Democrática desde mi adolescencia y estando hoy, contra mi voluntad, ausente de la vida del partido por muchos años, de que AD es actualmente más grande afuera que adentro. Y que nuestra reconciliación derrumbaría todos los escepticismos, desconfianzas y desganos que por tantos acontecimientos pudieran existir en miles y miles de militantes de AD hoy ausentes. Daríamos una excelente señal a la comunidad internacional y nacional, y recuperaríamos el orgullo de ser adecos, que pareciera perdido.

En mérito de haber sido contraparte en la lucha por la Secretaría General Nacional de Acción Democrática en las más reñidas y convulsionadas elecciones de que se tenga memoria en los últimos tiempos, sabiéndome poseedor del afecto y el respeto de la inmensa mayoría de los adecos de adentro y de afuera de las filas de Acción Democrática, y convencido como estoy de que la historia reclama este paso que va a llenar de satisfacción y orgullo a la militancia toda, es que vengo a solicitar que la organización, dignamente representada por su director adjunto, Dr. Rolando Díaz, sea parte de esta encomiable y trascendente tarea.

Con la mayor consideración. Héctor Alonso López.

Capítulo XVI del libro El rostro humano de la política