Ante el paisaje en ruinas, un testimonio de la barbarie.

Héctor Alonso López

“No hay documento de cultura que no lo sea al mismo tiempo de barbarie”
Walter Benjamin (Obras. Libro I/Vol 2)

Esta es la pregunta que está en el corazón del presente: ¿Qué nos pasó? Venezuela se está desmoronando y transita la senda estrecha de la destrucción y el abismo. Ni los muertos están seguros en sus sepulturas. La coyuntura es una agónica encrucijada de caminos. Y esta imagen no es una técnica dramática tremendista.

No me propongo actualizar el viejo dilema de civilización o barbarie, no. Si hago mía la reflexión de Walter Benjamin en torno a la pregunta: ¿Cómo podemos hablar de historia?  La historia se construye a través del acto mismo de relatarla. Para aquel desventurado filósofo y critico cultural víctima del nazismo, el problema no era responder cómo se han desarrollado las cosas, sino saber plantear las interrogantes. 

Apoyado en el concepto del presente, Benjamin enjuicia el Angelus Novus, la acuarela del artista alemán expresionista Paul Klee. El ángel de la historia tiene la boca abierta, los ojos desorbitados y las alas desplegadas. Su interpretación de la obra está contenida en la tesis número once:

Pues este aspecto deberá tener el ángel de la historia  Él ha vuelto  su rostro hacia el pasado. Donde ante nosotros aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe que amontona incansablemente ruina tras ruina y se la va arrojando a los pies. Bien le gustaría detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destrozado. Pero, soplando desde el Paraíso, una tempestad se enreda en sus alas, y es tan fuerte que el ángel no  puede cerrarlas. Esa tempestad lo empuja incontenible hacia el futuro, al cual vuelve la espalda mientras el cumulo de ruinas ante él va creciendo”.

Creo entender que el sentido de la historia humana se muestra en las rupturas, en el repentino  surgimiento de lo imprevisible. Luego entonces no hay un destino fijado escrito en piedra. Al concebir la  historia como un paisaje en ruinas, Benjamin mostro cual fue su experiencia personal. En cualquier caso, esta es para mí la enseñanza a retener: la instancia del presente condiciona nuestra  visión del pasado y del futuro.   

 ¿Cómo hemos llegado a la debacle y a la eventual disolución nacional? Intentar responder a esa interrogante es mi homenaje a la fiesta de la memoria, ahora y en la hora en que Acción Democrática celebra el nuevo aniversario de una larga existencia. Este escrito esboza un recuento personal que invita a pensar, a participar y a comprometerse.   

Aprendimos sobre la Venezuela heroica narrada en los libros de escuela. Nos conocimos cuando éramos adolescentes. Compartimos los mismos sueños. A lo mejor las mismas utopías. Intercambiamos literatura novedosa que satisfacía nuestra sed de aprender. Pero una vez más el tiempo fue aleatorio y la historia contingente.

Nada en el país ha transcurrido a espalda de Acción Democrática. No hay obra de beneficio colectivo que no tenga el sello del partido. Es la evidencia clara a 78 años de su fundación.  Más de la mitad de nuestras vidas la entregamos al ideal que nos unió. Y es de justos reconocer las oportunidades políticas y personales que hicieron posible nuestro crecimiento como ciudadanos.

En horas de oscura opresión hubo resistencia, ofrendas de vidas, exilios, confinamientos, torturas, humillaciones, persecuciones, pecho abierto ante la bayoneta cruel, pero sobre todo dignidad frente al feroz perseguidor. Esa historia no estuvo exenta de omisiones, desviaciones, graves errores y traiciones. Hubo de todo, al fin de cuentas fue obra humana.

AD es la tierra nutricia de nuevos partidos políticos. La última división ocurrió en 1967. No olvido la imagen del edificio en Las Mercedes. Yo, un recién llegado a Caracas, veía como la sede nacional se repartía en dos pedazos.  Dos hermanos entraron en discordia y termina ganando la presidencia de la Republica quien nunca hubiera podido con los votos mayoritarios de la gente común.

De allí en adelante se hizo presente un lento proceso de disminución. Todavía éramos muchos con la misma comunidad de sentimientos, aunque unos estaban adentro y otros fuera. A pesar de las circunstancias adversas, el promedio de los resultados electorales de Acción Democrática fue de 32%. Hoy es apenas algo menos de una tercera parte.

Vistas así las cosas, la pregunta que quiero formular con interés histórico  es: ¿por qué llegamos a esta situación de naturaleza extrema? Insisto, la historia me interesa en la medida en que es una construcción que da sentido al presente. La otra concepción, respetable, cuyo método es la composición mediante acontecimientos donde el pasado nunca pasa, no encaja con mi propósito de articular la comprensión del presente. 

Tuvimos un liderazgo político que fue capaz de contener el autoritarismo, que hizo de la conciencia civilista el camino para resolver nuestros problemas y dirimir en paz los conflictos. Tuvimos convicción democracia para admitir la alternancia.  Pero una vez perdida la perspectiva  para renovar el proceso democrático, se abrieron las compuertas y descubrimos que la barbarie seguía viva entre nosotros.

Ahora atravesamos la zona de turbulencia de una crisis profunda  en camino hacia un severo conflicto mayor. Percibimos la disolución de todo vestigio de instituciones democráticas y nos encaminamos a un proceso de violencia, intolerancia, y fanatismo, a la disolución  de los fundamentos de una vida civilizada. No es poca cosa la que está en vilo.

El militarismo disfrazado con el traje de justicia social es una treta pragmática. El propósito es subordinar la sociedad a un estado mafioso. Las relaciones del gobierno con el mundo exterior son afines con los autoritarismos.  Aquel manipula el comodín del imperialismo de Estados Unidos, mientras que las empresas del nuevo zarismo ruso y el capitalismo chino con sus barajitas y abalorios dominan la economía nacional.

La organización social del gobierno se apoya en minorías desclasadas llenas de odio y resentimiento, sin conexión con la clase obrera y campesina. Son los harapientos de espíritu que denunció Carlos Marx en  18 de Brumario de Luis Bonaparte. La propiedad colectiva es una ficción, los trabajadores dueños de nada  ven como las fábricas expropiadas terminan enterradas en los cementerios de miles de empresas venezolanas.

El socialismo del siglo XXI se mantuvo en medio de enormes mil millonarios ingresos fiscales, repartidos a discreción, para beneficio de una nueva y vieja oligarquía de políticos, empresarios y militares. Hoy tenemos  un país más desigual donde contrasta la fastuosa riqueza asiática de la nomenclatura gobernante encumbrada y la pobreza paleolítica de millones en estado de sitio.     

Debemos asumir nuestras responsabilidades. Admito plenamente la mía, sin complejos. No hay espacio para el yo sino coraje para el nosotros. No pretendo aconsejar a nadie ni mucho menos ser juez que sentencia. Para los hombres públicos ya dictaminará la historia.  No puedo dejar de recordar que pertenezco a una generación que fue protagonista. Omitirlo resultaría una flaqueza de espíritu  imperdonable. 

Claudio Fermín, Rafael Ángel Marín Jaén, Timoteo Zambrano, Antonio Ledezma, Luis Emilio Rondón, Johan Perozo, Homero Parra, Pedro Benítez, Ángel Medina, Alfonso Marquina, Manuel Rosales, Eduardo Morales Gil, Pablo Pérez, Domingo Alberto Rangel Vega, Jorge Ramos Guerra, Liliana Hernández, Jorge Millán, Jesús Gabriel Peña Navas, Juan Requesens, muchos más y yo,  fuimos políticos destacados del partido. Paradójicamente, ya no estamos en él. Unos cuantos hemos llegado a tiempos de descuento.    

Mis fracasos no me definen, pero mi determinación sí.
En tres documentos pretendí dejar constancia de mi posición en la acción política nacional. Un documento dirigido a la militancia de AD del 12 de julio de 1990. Un segundo documento dirigido al CEN de AD del 24 de febrero de 1992. Y  el libro de vivencias personales El Rostro humano de la política, en especial el capítulo denominado Reunificación de la familia.

En calidad de candidato a la secretaria general de AD propuse la renovación del partido, modernizar la organización mediante prácticas de democracia interna más amplias. En aquella época tuve la convicción en la bondad de un partido abierto a la sociedad, una formación que dejara atrás la soberbia maquinaria cerrada que nos había enajenado tantas voluntades. Sin falsa modestia hoy digo que la realidad habla por sí sola.

Luego de los sucesos del 27 de febrero que indicaron la presencia de un poderoso malestar social, y tras la intentona militar del 4 de febrero, manifesté que la respuesta no podía ser meras declaraciones de prensa.  Entonces propuse la necesidad de repensar al Estado macro cefálico e ineficiente, avanzar en la implantación de un Estado fuerte que diera al ciudadano la posibilidad de hacer su propio destino. Prediqué en el desierto.

Claudio Fermín fue candidato a la presidencia de la República en 1993. Para competir en las elecciones internas de AD salió de una incomprensible cárcel el mismo día en que se cerraba el lapso de postulación para seleccionar el candidato presidencial de AD.  Él logró ganar las elecciones de base  en una proporción de 80% a 20.    

Derrotado por Rafael Caldera se fue del país. Un grupo de veinte personas acordamos reunirnos en Trinidad y Tobago.  Quisimos  convencerlo  de que regresara a Venezuela gracias a una buena excusa,  la celebración de los cincuenta años de matrimonio de mis padres. Vino y volvió al día siguiente a Estados Unidos. Al  poco tiempo nos enteramos de su regreso al país, y nos sorprendió sus abundantes elogios a Luis Alfaro Ucero, de quien pensábamos sería el último caudillo de la política venezolana.

Después lo vi compitiendo a la presidencia por el partido Renovación. Yo ayudaba a Carlos Andrés Pérez desde el movimiento Apertura.  No niego que hice esfuerzos para  conseguirle respaldo y ver a Claudio y CAP juntos en la calle. Pero Claudio, procurando los votos del Movimiento al Socialismo, acordó el respaldo a cambio de una declaración pública donde conminaba a CAP sobre una situación que ponía en entredicho su honorabilidad.

El viejo proverbio ingles dice que nobleza obliga. Como muchos de sus amigos, a Claudio lo acompañé en la funeraria y en el cementerio, donde fueron llevados los restos de su hijo, víctima de la terrible inseguridad que consume de miedo y desesperanza a la población venezolana. Ese ha sido el pan nuestro de cada día. La crisis del país es integral.

En el 2000 Claudio es candidato independiente y obtiene solo el 3% de los votos. En el 2018 volvió a ser candidato por un partido llamado Soluciones. Claudio terminó cediendo a Henry Falcón, para luego asumir  la jefatura de la campaña. Solicite a Johan Perozo que me consiguiera una cita con Claudio, quería conocer su percepción de lo que estaba ocurriendo. Johan hizo el trabajo a regañadientes, porque si bien coincidíamos en algunas apreciaciones, sentía total indisposición hacia la tarea. Claudio respondió que al regresar a Caracas nos reuniríamos.

Nunca nos vimos ni llamó. Solo supe de él cuando lo vi en un programa de TV en tándem con Juan Barreto. No lo critiqué pues cada quien escoge sus amigos. Y más recientemente pude verlo en plan estelar, en medio de los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez, en el pacto de la oposición oficial con el gobierno en la Casa Amarilla.

Conozco a Rafael Marín desde hace cuarenta años. Su hermano fue a Mérida a estudiar en la universidad y encontró en mi hogar un sitio propio. Rafael es inteligente,  rebelde y, por qué no decirlo, valiente. En la década inicial del largo deslave chavista llegó a secretario general de Acción Democrática, el máximo cargo ejecutivo del partido, después que Luis Alfaro Ucero, tras haber sido candidato a la presidencia de la Republica, fuera derrocado y expulsado de AD.   

Rafael fue víctima de uno de los peores atentados ocurridos contra un diputado del Congreso. Estuvo a punto de morir por las graves fracturas y contusiones en el cráneo producidas por bandas armadas del chavismo que asaltaron el Capitolio Federal. Luego de una larga convalecencia y, perseguido por el régimen, logró salir del país. Vivió en Madrid.

Pasado el tiempo regresó al país, Sus amigos nos reunimos para darle la bienvenida. El año pasado nos vimos compartiendo un almuerzo con amigos en La Guaira. Prometimos profundizar la conversación sobre el futuro de Venezuela.  No supe más de Marín hasta que lo vi por TV, sentado en una de las butacas de la Casa Amarilla. Formaba parte  de los corifeos que aplaudía la maquinación de la oposición de utilería.  

Timoteo Zambrano encontró en la política internacional su nicho. Una secretaría de AD a la cual llegó sin votos le abrió las puertas.  Tuvo en suerte caerle en gracia a J. L. Rodríguez Zapatero, y terminó siendo su alter ego. Dijo el español que Nicolás Maduro iba a sobrevivir a Donald Trump si se continuaba con la política de presiones sin alternativas. Fue un chispazo de comprensión descubrir a Timoteo en palacio, leyendo su espaldarazo a la tiranía. No, no es cierta la polarización. La población que abajo padece  no está polarizada. Pero hay gente que ama las cadenas.

Tampoco acuso a nadie porque no hablo desde la superioridad moral atribuida. Quiero, eso sí, dar testimonio del paisaje espiritual de nuestro tiempo. Pienso en el símil. El  ángel de la historia está horrorizado porque constata los destrozos que produce su marcha. Se desplaza sobre cadáveres y escombros. Pese al lamento seguirá dando la espalda al sufrimiento que deja tras de sí.  

Walter Benjamin convirtió el ángel de la guarda de la tradición talmúdica en un mensajero autorizado. Nosotros percibimos aquello que el ángel ve, pero lo interpretamos de otra manera. Vemos los destrozos que causa la historia y creemos que son acontecimientos inevitables. Por eso aquel pensador denunció el embrujo que ponía en pie de igualdad el progreso con el constante eterno retorno de lo mismo. .

Benjamin  comprendió que la lucha social era también una contienda por los bienes culturales que dan confianza y continuidad.  La sentencia suya moviliza el pensamiento: “No hay documento de cultura que no lo sea al mismo tiempo de barbarie”. Su muerte por sobredosis en Portbou, España, invirtió el sentido de aquella máxima. Todo acto de barbarie del oprimido puede suponer un acto de cultura.     

Si la conciencia histórica es el paso del reino de la necesidad al tiempo de los posibles, habrá que formular la pregunta central de la ética de la responsabilidad ¿qué debemos hacer ante los escombros de la debacle nacional? Nuestra primera obligación  es pensar con valentía, sin pereza en el corazón. Postulo que la política económica del socialismo del siglo XXI es la continuación de las ejecutorias de los gobiernos de la democracia representativa.

Los efectos económicos de la revolución bolivariana describen una línea de continuidad, que solo acentúa  las consecuencias ruinosas. Venezuela había vivido experiencias semejantes en los cincuenta años que precedieron al fenómeno chavista. Así por caso padecimos el contrabando de extracción, fuga de capitales, acaparamiento, corrupción por el control de cambio, inflación alta y escasez recurrente.

Los gobiernos de AD y Copey iniciaron los ciclos de inestabilidad y crisis económica. Se inventaron la Agencia de Protección al Consumidor para controlar los precios, y la especulación se desató. Aplicaron el control de cambio con la finalidad de detener la fuga de capitales, pero el Régimen de Cambio Diferencial fue un inmenso dispositivo de corrupción y el dinero fugado al exterior nunca cesó.  

Ambos partidos promovieron con entusiasmo la política de sustitución de importaciones. Pero la escasez perjudicó al consumidor, mientras que los hombres de empresa acudían al pretexto de la competencia desleal. Los empresarios siempre se disgustan con las importaciones, alegan defender la producción nacional. En realidad solo piden protección oficial del Estado.

Los controles son la causa esencial de los problemas. La gente, además, se las ingenia para evadirlos: contrabando, quemacupos, acaparamiento, compras nerviosas,  formas variadas de la picardía criolla. Ni paga impuestos por esas transacciones ilegales. Insistir en las políticas de control es una cristalización ideológica o es una manifestación interesada de los cazadores de renta.   

No puede haber vuelta atrás porque esta herencia es inviable. En trece años, diez  meses y seis días, el gobierno de Hugo Chávez se distinguió por la lengua y una ristra de desastres. Su legado fue un coctel tóxico: recesión, inflación, caída de las reservas, escasez, corrupción diseminada, tasa de cambio sobrevaluada, y empresas expropiadas en ruinas.

Nicolás Maduro continuó el mal manejo económico, con el sobrepeso de su sectarismo. Sin carisma, carente del favor popular,  repartió el poder.  La fuerza armada ha sido el sostén principal de la evolución del chavismo sin Chávez. El ejército ha tomado el control de los negocios más lucrativos. Y las bandas armadas alineadas con su gobierno ejecutan la tarea represiva. 

La carestía aflige a la población, la espiral inflacionaria de siete dígitos ha sido el detonador de la diáspora.  Producir dinero inorgánico es una guerra contra el sentido común. La gente entiende la dimensión del colapso y decide emigrar por cualquier medio. Nadie abandona su casa por gusto. La emigración es una apuesta existencial muy alta. Pero la verdad es que somos un país de abandono.  

El régimen hibrido de rasgos democráticos y autoritarios del chavismo se ha convertido en una dictadura desembozada. La disposición de someter por hambre a la población pone de manifiesto su cruel naturaleza inescrupulosa La oscura importación oficial de artículos de primera necesidad, y su distribución  entre la militancia, es un dispositivo de extorsión alimentaria. Clap en ingles significa aplauso.  

Esta es una tragedia nacional que toma dimensiones de crisis regional. Es el resultado de una política económica de control social llevada a grados extremos. Pero decir que la debacle nacional es obra de una acción racional no es suficiente. También ha habido las anteojeras de los prejuicios ideológicos.   

El final es abierto, esa es la conclusión.  El tiempo no es uniforme, cada momento se despliega en posibilidades que se bifurcan. Sobre  alternativas, contra factuales y discontinuidades imprevistas hay desarrollos sugerentes en la ciencia, la literatura y la historia virtual. En cualquier caso, pienso que los seres humanos hacen su historia arrojados a la libertad angustiosa de elegir y tomar decisiones.    

Si la historia humana está hecha de quiebres y turbulencias que cambian formas y relaciones, al pensar en la dimensión social y mirar hacia el interior de los partidos políticos venezolanos, llama la atención su naturaleza conservadora. Su tiempo es mineral.

La escogencia de los cuadros dirigentes ocurre por un proceso de selección invertido. Para asegurar la concentración de poder en la figura del secretario general, la dirección nacional es conformada por nombres de bajo perfil político, proyección social o influencia académica. AD, por caso, no ha tenido una convención nacional desde el año 2005. 

Quien observe el porcentaje de asistencia de los diputados a la Asamblea Nacional, el número de sus  intervenciones y propuestas, la frecuencia de los planteamientos en los medios sociales,  encontrará una dramática crisis de pensamiento. Y esa falta de consistencia se refleja en la calidad de la acción política. 

Llega Acción Democrática a una edad venerable. La lucha política también es un combate de tipo cultural. Pienso que el partido tiene un capital simbólico importante. Rómulo Betancourt, tres veces aventado al destierro. Leonardo Ruiz Pineda, asesinado por la dictadura militar. Alberto Carnevali, también secretario general, muerto en la cárcel. Ese legado inspira mente y corazones. 

En vista de sus declaraciones y ejecutorias, quedan pocas dudas sobre el carácter dictatorial del socialismo del siglo XXI. El problema es el olfato del oportunismo bien desarrollado.  Los saltimbanquis aparecen en coyunturas electorales a modo de comodines para inclinar la balanza donde más les  conviene. 

En fin, sigue siendo válida la máxima de que en política el engaño no es excusa.